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Se dejó caer, sin resistencia ni miedo alguno, ahora ya no había vuelta atrás... la caliente sangre brotaba de la honda herida. No había sido exactamente queriendo, pero le daba completamente igual, tampoco era su mundo éste.
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Se dejó caer sobre el váter, la pared evito que cayea de espaldas y se desnucara, algo que hizo más dulce y sutil su muerte. Antes de perder totalmente las fuerzas tuvo el valor y la curosidad -aún- suficiente alerta para levantar el brazo secortado y probar la gran curosidad: el sabor real de la sangre no alterada, directamente de la fuente.
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Por un momento, dudó de estar haciendo bien pero la debilidad se adueñaba del latido del corazón, abandonaba los fuertes brazos ejercitados en el gimnasio, abandonaban las piernas y los pies que se deslizaron sin que él notara nada hasta quedar totalmente estirados e inertes.
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Mantenía el brazo apoyado en la cisterna del váter, lo que hacía que la sangre se precipitara con una calma absoluta sobre las blancas racholas del suelo. Racholas, que después de años seguirían manteniendo una tonalidad roja pastel, muy cándida. Cosa que haría que el cuarto quedara en un segundo plano.
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Se miró el corte y admiró la determinación con que había dejado pasar la cuchilla por entre la carne y las venas. Por un momento quedó totalmente absorbido por la visión de la sangre corriendo por sus manos de pianista, largas y delgadas; aunque él siempre prfirió el violín.
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Cuando el cuerpo dejó de responder totalmente, se arripintió de no haberla llamado. De haber llamado a todo el mundo menos a la única persona a quien le hubiera pedido que le salvara. Ella hubiera hecho mágia en ese instante para pedirle que no lo hiciera, él le hubiera soltado una gran frase de película y quizá ahora estaría de camino a Logroño, en su busca, y no tirado sobre un evacuatorio.
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"Dime que vaya a buscarte y mañana mismo me tienes en tu puerta..." Dema...sia...do (silencio mental) tar...de... y el pequeño cuarto se llenó de un silencio moribundo. La respiración entrecortada aún ahogaba el gotear de la sangre todavía líquida. El brazo rojo cogía un tono más granate y al oscurecer acababa parecindo más bien un morado. La respiración se corto y no se supo nada más.
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En Barcelona quedaban dos de sus conocidas más apreciadas, cuando ya no había remedio abrieron un sms, predecido por una cara de asombro y un intento de llamada: "este movil está apagado o fuera de cobertura". Brotan las lágrimas...
En Zaragoza la abuela llama a su nieto para invitarle a pasar el fin de semana en su casa. <<>>
Entre América del Sur, las Canarias y Marruecos quince personas respondieron a un correo electrónico consolando a un amigo en apuros y realmente deprimido.
Y por último, tras la puerta del baño, un perro - un cocker spaniel exactamente negro - llora desesperadamente y los vecinos se preguntan por qué pero nadie se acerca al piso a preguntar, no. Es más fácil refunfuñar y quejarse del ruido.
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